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Epílogos mundialistas: Uruguay

Publicado: 2010-07-11

Uruguay no es Argentina, y su constante auto denominación de candidato al título, no es Brasil, el pentacampeón que lo gana todo haciendo poco. Es un país pequeño, con menos habitantes que la ciudad de Lima, que tiene un fútbol caracterizado por la garra, resistencia y agresividad, que alguna vez fue campeón pero eso ya casi ni los abuelos de ahora lo han visto.

En Sudáfrica 2010, fue el único sudamericano que llegó a estar en ese cuadro final de cuatro, que son los que quedan siempre en el recuerdo de cada Mundial, el que enarboló la bandera de este continente que a pesar de su gran extensión territorial, sólo la comparten diez vecinos que cada vez que hay una eliminatoria se agarran a machetazos futbolísticos como si se tratara de su último torneo a jugar. Uruguay  llegó lejos, a un lugar donde los grandes de siempre no pusieron el pie, ya sea por la soberbia o por la mala suerte, y cargó con la esperanza no sólo de sus habitantes, sino el de un conjunto de países que come pan con fútbol.

Todo el mundo sabía que de los cuatro finalistas, era el más débil, el de menos posibilidades, pero a pesar de eso no se achicó, de la mano de un gran líder como es Diego Forlán, se enfrentó a cada rival como si fuera su vecino de al lado, sin mirarle los galones, las cicatrices ni la marca de la ropa. Lo hizo con entereza, y si bien no obtuvo el resultado buscado, sí se ganó el respeto no sólo del rival, sino de los hinchas del fútbol que vieron como un pequeño equipo con historia olvidada, revivía antes sus ojos y refrescaba el porqué tiene una tradición que no sólo se queda en el Maracanazo de 1950, es un espíritu vivo desde siempre y que nunca desaparecerá, porque ellos respetan su estilo, y con ese estilo vencerán o morirán, pero es  lo que los hace únicos.

He de felicitar a Uruguay, que se metió al mundial con el último llamado del tren, que supo aprovechar esa puerta abierta que dejaron dos decepciones como son Inglaterra y Francia, y que cada vez que se le requirió, se enfrentó valientemente ante grandes equipos que nunca lo subestimaron y con razón. Gracias celeste por recordarnos que en este continente no sólo es una disputa entre samba y tango, que las oportunidades siempre hay que aprovecharlas y no creer que nos la van a regalar por el nombre que llevemos; que manteniendo un estilo de juego propio, y con jugadores con ambición de gloria, se puede lograr grandes cosas; que a los denominados grandes y chicos se les debe ver de igual a igual.

Aquel padre que le puso de nombre a su hija Victoria Celeste en estos días no pudo dar más en el clavo con lo que representa este mundial para mucho de nosotros. Hasta la próxima, que quizás no haya, pues ya dejaron su marca en la historia de que Uruguay no era una fábula del siglo pasado, pero no dudemos que en el momento menos pensado vuelve a aparecer la celeste para actualizar a las nuevas generaciones siempre olvidadizas.

GK


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


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