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Alemania, tercer puesto

Publicado: 2010-07-10

Alemania se llevó la de bronce

Los partidos por el tercer puesto siempre tienen el mismo libreto. Dos equipos que salen a la cancha como apaleados, con la cabeza gacha, sin mucho ánimo, con el dolor de estar jugando su séptimo partido un día antes. El bronce no es reluciente cuando se ha perdido la posibilidad de jugar una Final. El partido es lento, sin mayor táctica pues ¿quién tiene cabeza para hacer táctica, para investigar al contrario, para introducir cambios estratégicos después de perder el pase a la Copa del Mundo? 

Estos partidos desordenados solo se encienden cuando uno de los dos se da cuenta, una vez en la cancha, que al fin y al cabo está jugando un partido. El que sea, pero un partido al fin y al cabo. Y los jugadores profesionales, así estén en un encuentro de consuelo o de entrenamiento, no quieren jamás perder si pueden ganarlo. Entonces viene el primer gol y la reacción y el partido se anima. Son 90 (o más, si hay alargue) en que nos olvidamos de lo que se está jugando y nos entregamos al fútbol simplemente. Y lo disfrutamos. Y vemos un gran partido, si se quiere, con goles y con amor propio para reemplazar la disciplina o la estrategia.

Eso es lo que ocurrió ahora. Alemania empezó a jugar de memoria, como quien se demora en encender la maquinaria, y pronto estaba encima de Uruguay. Un gol anulado por off side, un remate al palo y luego un gol válido. Es decir, todo lo que tenía que hace. El gol viene por un remate de Sebastián Schweistenger que Muslera (pésimo hoy en el arco de Uruguay) no pudo despejar ni atrapar, dio el rebote y lo recibió apenas en la línea Muller -ese enorme jugador alemán menor de 20 años, cazador de balones, atento siempre, profundo siempre, la sorpresa de este Mundial-  y remató al arco. A partir de ese momento, confiado en el resultado -o en las predicciones del pulpo Paul-Alemania empezó a jugar sin ganas, tratando de no apurarse y creyendo que Uruguay no lo iba, tampoco, a apretar. Sebastián Schweistenger era un buen termómetro de ese equipo. Ya no trepaba, ya no empujaba y perdía balones. Tenía la cabeza en otra parte, quizá aún en el partido contra España. En una de esas distracciones, Luis Suárez le ganó una pelota, arrancó hacia el arco y vio el uno contra uno de Cavani contra la defensa alemana. Dio el pase hacia la izquierda por detrás del defensor alemán y dejó solo a Cavani, quien remató cruzado. El empate los llevó a los vestidores. 

Muslera sale mal y Jansen logra conectarla

Salieron al segundo tiempo con dos ideas distintas. La de Alemania era seguir aprovechando su velocidad y los espacios que dejaba Uruguay. La de Uruguay, ganar este partido. Forlán se volvió el conductor otra vez. Se volvió enorme Fucille en el área defensiva. Y Pérez en el mediocampo, siempre acertado, siempre hacia adelante. Y arriba Suárez y Cavani, peligrosos. Al fin era el Uruguay que llegó hasta este partido, ofensivo y defensivo al mismo tiempo, encarador, el que deslumbró en la Fase de Grupos, el que jugó contra Corea hasta antes del primer gol, y luego al final, ante el empate. El de algunos pasajes concretos -casi siempre cuesta arriba- del partido contra Ghana y contra Holanda. Le costó a Alemania mantener a raya a este equipo. No se trataba ahora de una selección que le escondía el balón, como España, sino que la hacía meterse al fondo sin salida. Una nueva versión del fútbol ofensivo, distinta a la del contragolpe, que ellos conocen y dominan muy bien. Metió así el segundo gol Uruguay gracias a un arranque de Arévalo, una pared con Suárez y un centro hacia Forlán que estaba sin marca. Y Forlán, un jugador determinante siempre en los partidos de Uruguay, la mejor mezcla entre apoyo moral y técnica impecable, la alcanzó de bolea, casi una tijera, y la metió en el palo derecho. Era 2-1 y parecía que Uruguay podría aguantar el envión final y mantener ese resultado hasta el final. Pero los errores en defensa se pagan caro, y aunque tanto Fucille como Lugano o Cáceres estaban acertados, el arquero Muslera falló siempre que se le exigió. El empate vino con un centro para el puño del arquero, que Muslera no supo despejar y permitió que el inédito Marcell Jansen aprovechase su estatura y metiera la cabeza. Las dudas de Uruguay en el área chica se hicieron más grandes hasta que una pelotera en el área, que Lugano no pudo rechazar y en su intento elevó el balón para que Khedira simplemente la empujara con la frente, terminó con el sueño uruguayo de quedar tercero. También Muslera falló aquí, pues no se atrevió a salir de su línea bajo los palos, olvidando la norma universal de que pelota en el área chica es pelota de arquero.

Un partido interesante, de ida y vuelta, intenso, que despidió a un Uruguay heroico, un animador auténtico del Mundial, y una Alemania llena de nuevos nombres y una noción de juego ofensivo distinta a otros equipos alemanes, que seguro tendrá una nueva oportunidad en Brasil 2014.

IT


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


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