Messi, el autista, el genio

Lionel Messi es el líder silencioso. Según su maestra de escuela, lo fue desde que era un niño. Los niños querían jugar con él, pese a su timidez, y siempre estaban pendiente de qué hacía y qué no hacía. Su madre llevaba, para su vergüenza, las copas y medallas que Messi acumulaba.

El Messi que se inyectaba hormonas de crecimiento. El Messi que decidió dedicarse a preparar su cuerpo y su mente para dedicarse al fútbol.

Así era Messi, así es hasta hoy Messi, el tímido, el autista, el muchacho que prefiere dormir largas siestas en el sofá de su casa antes de salir con vedettes o de ponerse a libar, a ver partidos de fútbol, a coquearse, a salir con vedettes, a jugar al truco. Simplemente, quiere dormir. Y luego, en la cancha, no necesita convertirse en el líder porque grita más sino porque juega mejor. 

Messi no ha anotado en este Mundial. No sé si anotará. No importa. Lo importante es que Messi siga siendo el jugador fundamental que ha sido hasta ahora. El que retiene la bola, el que cuidan todos los contrarios, el que hace pressing arriba o que se escapa un rato y le da una pelota al palo o termina dándole un pase a alguien, o consiguiendo un rebote para el gol de Higuaín o de Palermo.

No sé qué sucede hoy. Pero Messi, 23 años cumplidos, es el Mejor Jugador del Mundo, y nunca ha dejado de serlo. Ha demostrado por pinceladas que es el Mejor. Cuando juega para él, cuando juega para el equipo, Messi nunca ha dejado trascedental.

IT